Daniel Block, el empresario que desafió a los molinos de viento
Del Zoom con el gerente de una multinacional para explicar el rediseño de un motor eólico con fallas de origen a terminar de soldar el rotor de un buque que esperaba zarpar del puerto de Mar del Plata. Sin límites y sin pausas. Con esa adrenalina vivió Daniel Block, el empresario que hizo de la cultura de trabajo una regla de oro.
Los comienzos remiten a la salida del secundario, cuando desistió de Medicina y optó por un tímido taller donde arreglar lavarropas mientras esquivaba los peros de su padre, sin imaginar que 50 años más tarde sería marca registrada dentro y fuera del país. Con el sello de Electrotécnica BLOCK, rodeado de motores de subtes, gasoductos, locomotoras, hornos cementeros, barcos, molinos de viento y submarinos.
Daniel Block resideñó motores eólicos en su taller y se proponía aplicar la misma fórmula en la Patagonia.
Inteligente y talentoso, llegó a sorprender a ingenieros de universidades de la región o del exterior y atraer a empresarios de las más diversas fronteras. Autodidacta por definición, su fuerte era el diseño además de hacer fabricación, bobinado y mantenimiento de motores eléctricos. El punto de apoyo era la innumerable colección de libros sobre física, química y electricidad que conocía de punta a punta. Y todo eso explica por qué WEG, ABB y Toshiba, líderes indiscutidos a nivel mundial, terminaron eligiéndolo como asistente técnico oficial.
Puntual, exigente, terco, disciplinado, temperamental. Con el orgullo y la honestidad como banderas. Creía en el valor de la palabra y en la amistad, a la que siempre rindió homenaje y actualmente se divertía con los chistes en el grupo de WhatsApp, creado por los “pibes” del bachillerato.
Jamás tuvo horarios y Liliana, su entrañable compañera, fue fiel testigo a lo largo de 50 intensos años. Si tocaban el timbre a las dos de la mañana por un motor que dejaba muda una fábrica, saltaba de la cama. Si tenía un equipo desarmado en el medio del taller, no dormía hasta dibujar los planos y apurar una solución.
Daniel Block resideñó motores eólicos en su taller y se proponía aplicar la misma fórmula en la Patagonia.
Siempre estaba un escalón arriba, para proteger a ese clan familiar que formó con Lili, la asistente social que concentró su amor y energía en la crianza de Pablo, Germán, Miguel, Guillermo, Alejandro, Marcelo y Ezequiel. Siete varones que mucho después asomarían por el taller del PIO hasta ser parte activa de esta empresa que se sostiene de la mano de 40 empleados, que también se sienten familia.
Se le inflaba el pecho al hablar de sus hijos o sus 18 nietos y le pesaba mucho que 3 de ellos vieran la salida en Ezeiza. Quizá porque su abuelo eligió la Argentina como lugar en el mundo o porque él hizo patria en Olavarría. Tuvo ofertas de Brasil, Finlandia, Estados Unidos, China, Rusia y hasta de un millonario hindú pero el taller siempre cotizaba más en la balanza afectiva.
Superó varias crisis económicas y se esforzó por sobrellevar en familia cada golpazo de la vida. Los problemas de audición de Marcelo primero, el trasplante de riñón de Alejandro donado por su madre después y por último la peor de las tragedias: el accidente de moto que les arrebató a Guillermo, congelándoles el alma.
Sin darse permisos, se refugió en el trabajo. Con nuevos retos y mayores desafíos, centrado en resolver problemas ajenos que llegaban de distintas provincias o de países vecinos. Asumía cada ensayo de motor como un ritual y exhibía el laboratorio de las bobinas con orgullo compartido.
Daniel Block siempre iba por más y encaraba nuevos desafíos vinculados con la industria pesada.
Cumplió los 70 en marzo y decía que necesitaba 10 años más para hacer todo lo que tenía en mente. Soñaba, por ejemplo, con patentar el Motor BLOCK, un proyecto de 600 páginas que aún duerme en algún cajón ministerial.
Un tipo sencillo, solidario, más sensible de lo que mostraba, menos gruñón de lo que admitía. Un ejemplo de vida, de talento y pasión por el trabajo, que cultivó premios y elogios de colegas.
Hasta la última batalla, que duró un par de meses y, ya avanzada su enfermedad, no pudo más. Logró irse en paz, fortalecido en los vínculos y las emociones. Seguro de dejar una familia múltiple y diversa pero en pie. Con el taller en manos de esos hijos que abrazó hasta el final y a la par de un grupo humano incondicional que hará de sostén.
Todos extrañarán su linda locura y lo imaginarán, como planeaba, trepado a un molino de viento a 100 metros de altura, en el Parque Eólico de Trelew, rediseñando motores europeos con fallas de fabricación. Nada nuevo para él, que solía pelear con muchos otros molinos, igual de gigantes aunque no tan visibles.
Daniel Block dejó este mundo el 4 de noviembre de 2021. La noticia generó tristeza y un aluvión de mensajes, reconocimientos y muestras de cariño. La familia siente que es parte de la cosecha, y lo agradece. Queda su huella y el enorme legado de un empresario diferente que intentó humanizar al legendario Quijote y se las ingenió para habitar en la memoria y el corazón de quienes tuvieron la dicha de conocerlo.