David, el mecánico que sueña con estar cara a cara frente a los molinos de viento
Una docena de años en Electrotécnica BLOCK. Su infancia nada fácil y el encuentro con Daniel, que fue determinante. El trabajo en equipo y su obsesión por armar motores una sola vez. La gratitud siempre presente. Es Néstor Carlos David Ruppel, el responsable del Area de Mecánica que hoy cuenta su historia.
Va y viene todo el tiempo, sin pausas. Como cuando tenía diez años y se subía al tractor bajo la guía de su papá. Ahora es igual pero diferente: él es quien define los pasos a seguir y en lugar de trigo tiene motores de trenes, submarinos, gasoductos y cementeras frente a sus ojos. Es Néstor Carlos David Ruppel, el responsable del Area de Mecánica de Electrotécnica BLOCK. Es David. El que llegó hace doce años, sin empleo y tentando la suerte mediante su curriculum. No le fue mal. Justo lo atendió Daniel Block que lo citó para el día siguiente y “acá estoy”, dice, consciente de que el destino se ocupó de cruzarlos en el camino.
Entró el 7 de julio de 2010. “Siempre me gustó la mecánica de motores pero era difícil aprender el oficio de la parte eléctrica de motores. Yo estudié en la Escuela Piloto, hice 5 cursos y también en Tandil sobre mecánica de motores a explosión”, cuenta. Su infancia no fue nada fácil y hacer el secundario no estuvo entre las opciones.
Siempre estuvo codeándose con los fierros y cuenta que de chiquito siempre andaba engrasado detrás de su padre, que era mecánico de máquinas agrícolas.
Eso es algo que lleva en la sangre y se le nota. Sin embargo, reconoce que al llegar a BLOCK tuvo que empezar de cero.
Inicialmente fue balanceador y poco a poco se fue dedicando a la mecánica. “Fui creciendo y le doy gracias a Daniel Block; él fue el que me enseñó todo. También tuve compañeros como Eduardo, que me dieron muchas oportunidades” y lo valora a lo largo de toda la charla.
Jamás imaginó que algún día estaría a cargo del sector ni, mucho menos, tener cinco operarios bajo su responsabilidad.
Se autodefine como observador, muy detallista y exigente, algo que pone en práctica todos los días. Con palabras y en los hechos.
Daniel, el maestro
Cada motor tiene su propia “historia clínica” que se inicia con un ensayo de resistencia para Néstor Carlos David Ruppel, el responsable del Area de Mecánica de Electrotécnica BLOCK. Es definir el tipo de lesión a resolver. Eso se registra en una planilla a modo de diagnóstico y recién después “se desarma, se evalúa, se saca el rodamiento, se mide, se hace el lavado, el control de balanceo, el torneo del colector. Me sirvió la parte mecánica de los motores para conocer las herramientas y así saber para qué sirve cada llave”, explica con entusiasmo.
Siente mucha gratitud hacia la empresa BLOCK, en lo laboral y en lo personal. “He aprendido mucho y he tenido muchos beneficios. Estoy muy agradecido. Me han ayudado mucho acá. Daniel me enseñó a manejar la Sala de Pruebas, por ejemplo. Son muchas cosas… también es cierto que me lo gané”, dice como pensando en voz alta mientras aflora el recuerdo de ese maestro que sigue demasiado presente aunque ya no esté físicamente.
Llegan motores de Loma Negra, de molinos eólicos, generadores de locomotoras y, sobre todo, de las industrias tanto de la región como de afuera. “Son motores grandes que nunca tuve en mi mente. Reparar un motor que va parado, con trabajo de rodamiento que va parado… O motores a buje que van lubricados con aceite”, explica con tono de experto.
Tiene los conocimientos y tiene el manejo. Dentro del taller, en algún campo, en diferentes fábricas y hasta en Chile, donde viajó en equipo para solucionar el arreglo de unos generadores eléctricos.
“Daniel me dio esa oportunidad. Y ahora íbamos a ir al sur. Ese es un desafío que me encantaría poder cumplir: subir a un molino eólico, a esa altura”, admite David con los ojos nublados. Imposible no pensar que en que ésa era la aventura que estaba ideando Daniel Block antes de su partida, trepar una torre de 100 metros.
Una manera de honrar su memoria fue seguir adelante, como todos en el taller, y redoblar los esfuerzos. “Vienen motores por mantenimiento o quemados, con vibración o para alinear. Adquirí mucha experiencia. Me falta un montón pero gracias a todos, a los compañeros que ayudan, se puede”.
No le gusta armar y desarmar. Por eso es tan estricto y meticuloso: “Si me equivoqué, hasta que no lo armo no me voy de acá”, aclara.
A las 6 y 10 toma los primeros mates. Llega al trabajo a las 7 donde se queda hasta a las 5 de la tarde de lunes a jueves, salvo los viernes que se va a las 16. “Se trabaja hora más por semana para no venir sábado, salvo que haya algo pendiente”, apunta.
La familia y los sueños
Fuera de la empresa, alterna con cortes de leña y alguna reparación mecánica sencilla para tener un ingreso extra aunque se lo está replanteando. “Así te la pasas laburando y de qué te sirve tener unos pesos más”, se pregunta y aparece, inevitablemente, la imagen de su familia que es el refugio que construyó junto con Marta. Hoy siente que es hora de dedicarle más tiempo a ese trío, su trío, conformado por Samuel (14), Siro (10) y Saúl (7).
“Quiero que los tres estudien, que sean alguien en la vida”, asume de manera innegociable, frente a su niñez de altibajos. “A los 10 años salí a trabajar como tractorista y a esa edad tuve que cuidar a mi hermano de 5. Mis padres se habían separado. Vivíamos en casilla en el campo y tuve que dejar de estudiar. Me tocó así”, dice y se encoge de hombros.
Por eso, sueña con otro futuro para sus hijos. Con el mismo respeto con que fue educado, eso sí.
Saúl tiene debilidad por la informática. “No le gusta ensuciarse las manos pero en la compu la rompe. Jugamos a la play y ni chances tengo”, comenta David y suelta la carcajada. En Siro se siente espejado ya que tiene una especie de imán con los motores y es el que sigue sus pasos. Pero también les gusta la música y él celebra esa veta artística.
Algo que también les inculca es la humildad. “Yo ando en un vehículo modelo 76. Me lleva y me trae a todos lados. Otro va a llegar más rápido; yo salgo antes y listo”, plantea con una sonrisa fresca.
Cuida su lugar de trabajo como si fuera su casa y se ocupa de que no queden motores en marcha, luces prendidas o portones abiertos.
Le gusta su trabajo y se le nota. “Daniel me enseñó. Todo lo que aprendí lo aprendí por él. Él puso su grano y yo supe escuchar. Explicaba rápido y había que prestar mucha atención. Yo siempre miraba cómo trabajaba él, y cómo solucionaba los problemas”, asegura, en su rol de discípulo.
Vuelve la mirada hacia el Banco de Pruebas que hay en BLOCK y se destaca a nivel país. “Yo estoy ahí desde el día cero”, cuenta con orgullo.
“¿Un desafío? Subir a un molino eólico, nunca estuve a cien metros de la tierra. Me encantaría y sería una experiencia muy buena”, admite, mientras observa el motor de un aerogenerador de la empresa Genneia, que vino de Trelew. Idéntico al primero que llegó en 2021 y que Daniel rediseñó pensando que la próxima escala debía ser la Patagonia. Por eso David siente que se debe un cara a cara con los molinos de viento.